A veces algo tiene que sangrar...

 

    A veces algo tiene que sangrar...a veces algo tiene que sangrar...

    Camino la vida y asoma ese pensamiento, una y otra vez. Resuena en mi cabeza, en mi corazón, en la observación de lo interno, también de lo externo...a veces algo tiene que sangrar, para morir, para nacer, algo tiene que sangrar.

    Algunos días llego a un campo donde tres imponentes árboles aguardan ser talados. Ampliaran la carretera cercana y en su destino estará sangrar. En ese mismo destino los jardineros ya no cortan la hierba en la zona que ocupará la ampliación...brotan infinitos pequeños árboles procedentes de los tres gigantes. Mientras los gigantes vivían, sangraban los brotes, morían. Los gigantes caeran y ahora, viven los brotes, al menos por un tiempo mayor del que permitía la visita del cortacesped.

    A veces algo tiene que sangrar. Me embriago del aroma a hierba recien cortada, del aire de campos segados, donde el verde sangra y se vuelve aire que me da Vida. Cierro los ojos, respiro y crece mi la hierba que yace muerta en el campo.

    A veces algo tiene que sangrar. Ríos de sangre se desbordan, tiñen el cuerpo y alcanzan al ojo que fácilmente se pierde para que recuerde el Camino.

    Recordar el Camino, dejar de sangrar, volver a nacer, retornar al Mar, a ese Mar donde no hay Tierra firme pero si un sostén infinito.



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