TAPIA
Recuerdo, me ahogaba el dolor, las ventanas de mi casa siempre abiertas como si a través de ellas llegase aliento a mi alma, en ese tiempo llegué a Tapia.
Una tarde de lluvia y niebla envolvía el lugar y también mi ahogo, la ventana abierta fue la playa escarpada que abrió el llanto....¿dos horas? no sé, ya no recuerdo, pero la puesta de Sol me hizo pensar que ya había sido suficiente. Vuelvo con la amistad que me acompañaba y me dispongo simplemente a disfrutar, como una visitante más. Una buena cena, una copa en el puerto, la voz que se abre y sin darme cuenta de nuevo el llanto...unas amigas y un lugar que me acoge como “Casa” permiten drenar un río infinito que parece no parar, no sé, sería la madrugada y el cansancio lo que lo paró o simplemente el haber llegado al Mar de Tapia.
En la mañana todo era diferente, no había rastro de niebla, no había rastro de ahogo, la Luz inundaba y mostraba lo que no pude ver el día anterior. No hubo más llanto y si el aroma de un renacer, de un respirar de nuevo.
Fue en 2016, creo....en estos días recorro de nuevo rincones de Tapia plenos de Luz, de quietud y yo plena de gratitud a un lugar que sin hacer nada me hace bien, drena mis penas, trae aire al alma y me devuelve la sonrisa.
Con cariño y agradecimiento a Tapia de Casariego, Mayte y Sonia.
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